Diego Sale a Cenar

Trato de explicar por qué algunos nosotros recorremos las calles de Buenos Aires solitos . Buscamos el amor o una cita, un amor para toda la vida aunque dure solo un día.

Me Visitaron

viernes, 30 de octubre de 2009

Fin de Semana (muy largo) 2da Parte. Sabado

El sábado parecía domingo por lo melancólico y me dedique al ocio (no creativo) y la comida. Pensando en mi suerte de la noche anterior no me dieron ganas de siquiera acercarme a la computadora.
Pero, por supuesto, nada me impedía usar mi teléfono celular. Así que me dediqué un buen rato a contestar mensajes de texto con invitaciones varias, la que elegí fue la opción que me permitía no sólo ver a varios de esos contactos que me escribían sino que además me aseguraba el encuentro con mi interés principal de esos días. Decidí que iba a ir a la Fiesta de los Osos, que se venía perfilando como un clásico en la noche de gay de Buenos Aires (y cuando digo clásico quiero decir que van siempre los mismos gorditos conocidos, y cuando digo conocidos quiero decir que ya me había cogido a varios). Pero como era fin de semana largo quizá la concurrencia podía variar un poco. Tenía la promesa de encuentro de varios que durante la semana me fueron contando que estarían allí y a los que, convenientemente, había informado de mis serias dudas con respecto a mi propia asistencia. La idea que tenia era ver a cuál de esos muchachos podía convencer de que terminar la noche juntos, y quien sabe, algunos días mas también. De todos, había uno que me atraía razonablemente (y no hablo solo de lo físico). Es un chico de la ciudad de Rosario que mantenía (y mantengo aun hoy) una amistad por Facebook y que había conocido una noche, de un fin de semana, en el que él había venido a Buenos Aires (entre otras cosas) a conocerme. (Desafortunadamente) La noche de nuestro primer encuentro también había arreglado un reencuentro con una amiga de la Universidad que, debo decir, es la única mujer con la que me confundí (por decirlo de alguna manera) en cuanto a pensar que podía tener una relación más allá de una relación amistosa que cualquier gay puede tener con su mejor amiga. Sucedió en una de esas noches tiempo atrás cuando los más in de Buenos Aires era deambular por las inmediaciones de Plaza Serrano (en en bar Macondo justo frente a la plaza), nos juntamos y bebimos cerveza en abundancia (aunque debo aclarar que los dos estábamos ahogando serias penas) y terminamos juntos en un albergue transitorio de Palermo Hollywood. Así que, como no lo hacía hace mucho tiempo, arregle una cita con varias personas además de mi cita. Nos encontramos en Million, un bar retro-cool en Santa Fe y Paraná, el rosarino, mi amiga y un amigo (que lleve con la idea de presentar algún tipo de balance y que era un amigo que me había quedado heredado de mi ex novio el pastelero) y yo. Mi amigo trato de levantarse a mi amiga y el rosarino trato de levantarme a mí, pero todo fue en vano. Mi amiga y yo nos enfrascamos en las mismas discusiones sobre la nada que manteníamos cada vez que nos encontrábamos…el resto de los invitados opto por un destino mejor en cuanto las cervecitas se transformaban en un lugar para bailar y continuar la noche.
Así que esta era la segunda oportunidad del rosarino. Todavía era temprano aquel sábado e invite a dos amigos a tomar algo en mi morada del fin de semana antes de salir. Eran conocido desde hace unos años atrás que recientemente se había convertido en mis verdaderos amigos (con la correspondiente tensión sexual derivaba de la amistad de hombres gay conocidos en ámbitos que no son una relación sexual casual, en este caso, tampoco de surgidos de relación sentimental)
Bebimos unas Stella Artois ( es gracioso como es esa la cerveza favorita de todos cuando hace dos años no existía, también como la gente, por general hombres jóvenes heterosexuales, ante la pregunta de cualquier mozo acerca de cuál es la cerveza que les gustaría tomar, responde como con una sonrisa: ESTELA!, como si fuera algo obvio) y salimos para la fiesta con la intención de conocer a alguien nuevo o por lo menos a alguien viejo pero que estuviera bueno.

De mis dos amigos uno era osito, que fue el primero en partir, ofendido porque alguien que en la semana se había ofrecido a darle unos besos, ese día y ante el encuentro en vivo le dijo que él no era lo suficientemente “oso” (dios sabe que habrá querido decir, pero no me moleste en averiguarlo) el segundo partió en seguida al notar que ninguno de los gordos presentes lo estaba adorando como él se lo merecía. Lo que me llevo a pensar, si él es un chico de 22 años, realmente hermoso, con mucho estilo y un cuerpo realmente espectacular, no tuvo el éxito esperado, que me iba a deparar la noche a mí, que ciertamente no tengo sus atributos físicos. Pero claro era la fiesta de los osos, además, tenía una ventaja, la reina de la noche, mi amigo caribeño, que me había cedido su hogar por el fin de semana, no estaba en la ciudad, y la respuesta a mi inquietud llego en seguida. Aunque renegara (como todos los que conozco que concurren a esa clase de fiestas) pertenecía al grupo, la gente de ese lugar se identificaba conmigo y yo con ellos (bueno, con algunos), con el ambiente distendido, las barbas y las panzas los muchachos grandotes con (cierta) actitud masculina (aunque cuando suena Paulina Rubio, se les va la actitud a la mierda, y bailan como cualquier puto).
Ahí estaba yo a pleno. Bailando, saludando a la gente, disfrutando el momento. Me encontré con el rosarino y lo bese, le di una que otra explicación pertinente, y bailamos. Seguí adelante, recorriendo la pista, dejando que los más grandes me inviten tragos que alegremente convide a los más jóvenes. Camine por acá y por allá, viendo. La gente alrededor me sonreía. Bese señores muy lindos como al pasar y también a una pareja. Luego de la euforia, llego el momento de volver a casa. Excitado como estaba fui a buscar al candidato de la noche. Volví al comienzo y me despedí de todos a mi paso. Lo encontré y le dije: ‘vamos’, y le puse mi boina gris, mi favorita, y me fui a la salida y espere .Conseguí un taxi y un acompañante y partimos.
Llegamos en seguida y nos besamos. Fuimos a la habitación y nos acostamos, y sin remera y con los pantalones puestos me dijo:” necesito una relación más profunda para poder hacer esto”. Lo que me suscito una inquietud, que clase de relación era la que él necesitaba y que era “esto”.
Tome un respiro, y pensé como seguir y me quede dormido.
El sol del medio día estaba a pleno dentro de la habitación, la claridad era insoportablemente cálida, me levante y me fui a lavar los dientes cuando volví el estaba despierto, comenzaron los besos otra vez. Hablamos sobre lo agradable de la situación y una posible visita a Rosario. Pero aun así, había algo que no estaba pasando y trate de retomar las cosas donde habían quedado horas antes. Ya sin pantalones quedaba el obstáculo del bóxer, que él se negaba a quitarse aunque no tenía inconveniente en bajárselo un poco (o mucho) siempre que no fuera de la parte de adelante. Por algo más que simple curiosidad (que la que mato al gato y otras especies) y como no podía ver y como seguía con ansias, decidí investigar y puse manos a la obra (literalmente). Ahí estaba, pequeños y rígido, tan pequeño como mi de dedo meñique, o el miembro de un niño antes del desarrollo. En ese momento reflexione, ¿era este el (insignificante) motivo que le impedía relajarse y entregarse? ¿Pensaría él que solo alguien enamorado podía aceptarlo? Pero ¿Cómo decirle que a mí no me importaba? Decir algo iba a dejar mi plena conciencia del tamaño (apenas) notorio de su pene en evidencia. ¿Y si no era eso? , ¿Si a él no le importaba, y simplemente estaba buscando el amor verdadero y yo no lo convencía demasiado? Eran demasiadas preguntas, quizás simplemente no le interesaba el sexo. Quizá el quería estar seguro y quería esperar. Pero eso yo lo había pasado y los tres meses sin sexo que tuve en mi relación anterior me traumaron. Me levante y fui al baño, hui de mi propio trauma, quizás el pensó que yo me alejaba de aquello que lo traumatizaba a él. Cuando volví el esta cambiadito y parado junto a la cama. Me acerque a la compu y puse el último tema que había escuchado antes de salir, Cheek to Cheek por Frank Sinatra, y bailamos con su mentón sobre mi hombro y después sabíamos que no había nada que decir, o más bien nadie se atrevió a hablar. Nos despedimos en la puerta de calle.


Mientras me tomaba un litro de yogurissimo sabor vainilla (mi remedio para la resaca) y buscaba por todos lados mi boina gris, empecé a escuchar entre las sabanas Is this Love de Bob Marley (versión tonos polifónicos) era una melodía conocida que sin embargo no escuchaba desde el verano. Una canción fácil de reconocer. Era el sonido asignado a mi ex novio, quería verme, quería hablar, quería saber de mí. Luego de tantos encuentros fallidos pensé que sería buena idea escuchar una vos familiar (Tendría que haber llamado a mi vieja). Ese domingo de sol no estaba pensando en que faltaban cinco meses para mi cumple numero 33, tampoco mientras escribo estas líneas estoy pensando que faltan unos pocos días. Entonces, y ahora, mi pensamiento evoco las imágenes de mi último cumpleaños, cuando estaba rodeado de amigos y tenía un novio de la mano. “No había ninguna pareja como la nuestra” decían. Me decidí y atendí el teléfono.

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