Diego Sale a Cenar

Trato de explicar por qué algunos nosotros recorremos las calles de Buenos Aires solitos . Buscamos el amor o una cita, un amor para toda la vida aunque dure solo un día.

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miércoles, 18 de noviembre de 2009

Preparivos Previos. A 7 dias del final.

Buenos Aires tiene un encanto especial para los putos, nos encanta caminar por ahí y recorrerla, nos da una sensación de sofisticación y clase (o más bien diferencia de clases) Cuando vas con tus amigos a comprar algo a ZARA, los putos se sienten como si estuvieran comprando algo en 5th Avenue (claro que si pagas en seis cuotas con tarjeta la ilusión se va rápido). Con todo, Buenos Aires, es una ciudad ideal para ser gay y buscar una cita en un sábado soleado y por la tarde. Miles de posibilidades, infinitos lugares para sentarse a tomar un licuado de kiwi y ananá y ver pasar a los muchachos lindos con anteojos obscuros y remeras blancas que caminan, por ejemplo, por Plaza Armenia mientras responden mensajes de texto con mensajes de texto ( heterosexuales y gays en pareja) o responden mensajes de texto con llamadas (gay solteros). Pensaba en todo esto mientras me preparaba para salir, era sábado era soleado, soy gay y soltero, hubiera sido una tarde ideal para pasear por Palermo, una previa perfecta para la Fiesta de los Osos del sábado por la noche, pero yo tenía otros planes.
En un último intento desesperado por encontrar a alguien que me acompañe, pase por Belgrano, a buscar a una amiga antes de dirigirme al barrio de Flores, para celebrar el cumpleaños de la Hija de mi otra amiga. La fiesta tuvo lugar en una unidad básica peronista (¿donde más?) en el Pasaje Moner Sanz, en el límite entre Flores y Villa Devoto. Cuando asomamos al pasaje distinguimos el lugar con muchos chicos jugando en la puerta y además el marido de la anfitriona (ex jefe y actual persona influyente de la barra brava de All Boys, chofer de un reparto de mozzarella, peronista y gran bebedor de cerveza apodado Gancho), el agitaba su brazo en alto y saludaba a gritos, ¿Qué gritaba el buenazo de Gancho?, ¿gritaba mi nombre? (no), ¿gritaba puto de mierda? (podría haber sido, pero no). El saludaba al grito de ¡Pasteles!, que es el sobrenombre por el que es recordado, aun hoy, mi último ex novio (enero 2008-enero 2009, QEPD). Agarre fuerte de la mano a mi amiga y le pregunte si había traído el espray de pimienta al tiempo que sonreí y salude con la otra mano en alto.

Entramos al lugar y no sonaba LazyTown o Casi Ángeles, la banda de sonido de la tarde era el Reggaetón, yo vestía zapatillas converse a tono con mi remera y mi amiga y acompañante unas hawaianas blancas. Estábamos en desventaja con respecto al resto de los invitados, que tenían zapatillas con doce resortes, en dos aspectos, estábamos como cinco centímetros más abajo, y nuestro calzado no era tan cómodo en caso de que hiciera falta salir corriendo ante el ataque de hinchas de una barra brava contraria. Nos dirigimos en busca de nuestra amiga y anfitriona de la fiesta, saludamos rápidamente a la pequeña cumpleañera (como en concurso de belleza la reina saluda a la primera princesa al momento de la coronación y la descarta), pasamos junto al castillo inflable (curiosamente todos le decían pelotero, aunque no había ninguna pelotita) y fuimos directo a la cocina. Salían pizzas y panchos y, aunque era un cumpleaños de 8, había un freezer lleno de cerveza Palermo y algúna Brahma. Ahí estaba la anfitriona con un vestido al cuerpo con gasas con los colores del orgullo gay, plataformas blancas altísimas, sus rulos color borgoña recogidos y el flequillo característico de la zona(ella es una mujer hija de artistas que recibió la educación de la clase alta de San Isidro, conoció la vida en las calles, fue madre soltera y se las arreglo sola para criar a su hija y más tarde conquistar a cuanto hombre se le cruzo hasta conquistar a quien la acompaña, por ahora, en su vida como persona influyente del barrio y mujer intocable de la barra de All Boys. Tiene masajista personal y, claro, es una de mis mejores amigas además de ser, según ella misma, ‘’un puto mas’’). Lo primero que hicimos fue abrazar a nuestra amiga y pedirle que no nos dejara pero ella estaba ocupada sacando pizzas del horno. “A remontarla con cerveza” fue la consigna. Enjuagamos dos vasitos de plásticos y destapamos una Palermo, practicamos perreo y bebimos sentados en el cordón de la vereda entre posters de Hanna Montana deseando Happy Birthday y demasiados Renault 12 blancos. Celebramos estar juntos y ser tan distintos, hicimos chistes racistas irreproducibles y pensamos que quizás el look para este verano, en esta parte de la ciudad, se diferencia bastante según la edad. Mujeres jóvenes con pantalón babucha de algodón, remera musculosa pelo largo con flequillo y un cuerpo espectacular y un bebe en brazos. Mujeres mayores, de edad indefinida, cabello en varios tonos de rojo o naranja con las raíces bien definidas, con uno o dos chicos de entre 3 y 5 años . Los hombres eran, sin embargo muy distintos, mientras las mujeres jóvenes estaban solas con sus bebes, las mujeres mayores tenían al lado hombres fuertes, masculinos, con brazos trabajados, panza sexy de cerveza, piernas de jugador de futbol, jean o bermuda con zapatillas deportivas impecables y las llaves del auto siempre en la mano, pelo corto, afeitados, verdaderos hombres que no conversan con sus esposas pero son cariñosos con sus hijos, que son como una versión mini de ellos mismos. Pensaba en esos hombres (y los observaba detenidamente) mientras trataba de descifrar cuál de ellos podría haber tenido una experiencia homosexual y que hombre gay tenía ese estilo y, sobre todo, donde podía encontrar uno.
El nombre de mi ex sonaba en mí cabeza, hubiera sido divertido estar ahí con él, se llevaba muy bien con mis amigas y era muy gracioso cuando interactuaba con Gancho, que le decía Pasteles aunque se suponía que ese sobrenombre era un secreto, cuando la hija de mi amiga le preguntaba quién era, el me miraba de reojo y me sonreía, los dos sabíamos quienes éramos y lo que significaba estar juntos, sabíamos que todo el mundo disfrutaba de nuestra compañía, éramos un combo, sabíamos que eran nuestras aventuras, y yo sabía que ahora estas aventuras eran solo mías y quizás por eso las escribo , para compartirlas con alguien. Lo extrañaba a él, es verdad, pero extrañaba mas tener una relación, un cómplice, alguien que se ría de mis chistes más que nadie. Alguien.

La tarde se iba muriendo y nos despedimos de todos, no sin antes sacarle foto a todo. Tomamos el 114 hasta Belgrano. Tenía que prepararme para la Fiesta de los Osos, evento que había sido largamente anticipado por todo el mundo (gay) durante la semana previa. Incluso la noche anterior los muchachos que había besado me enviaron mensajes de texto para confirmar mi presencia. Contactos de Facebook, contactos de otros sitios de internet, muchos encuentros fueron arreglados durante los días anteriores. Alguien, nuevo o no, conocido previamente o no, tenía que dar como resultado lo que estaba esperando hace rato, una cita para el día de mi cumpleaños. Faltaban 7 días. Muchos hombres pusieron expectativas en mi (y yo en ellos pero no lo admito), hombres para los que esa noche era la oportunidad de conocerme y otros para los esa fiesta seria una (reivindicatoria) segunda cita. Muchos hombres que conocía, muchos que representaban la competencia, hombres que me moría por ver, algún ex novio, y sobre todo algunos buenos amigos, dispuestos a pasarla bien(y criticar a todo el mundo).
Me tome el 152 hasta Santa Fe y Talcahuano y camine. La noche estaba clara y fresca, ideal podría decirse, y disfrute de la brisa mientras me fumaba un pucho. A medida que me acercaba a la Av. Corrientes veía cada vez más caras conocidas, aunque cuerpos no tanto. Llegue a Sarmiento y entre a la fiesta.

continuara...

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